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Sueño

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El día anterior…

El ocaso teñía de diferentes tonalidades un cielo totalmente despejado. Antes de volver a subir a la moto miraron otra vez aquélla puesta de sol, asombrados, fascinados, inmersos en aquella escena; entonces volvieron al mundo real y en una muestra de afecto se fundieron en un beso. No había relojes porque el tiempo se paraba. No pensaban en el mañana porque no tenían calendario. Nada importaba porque ellos lo eran todo.

Entrando en el portal se miraron y supieron qué sería lo siguiente. Casi sin aliento se arrancaron la ropa, como si ahora tuviesen tiempo, como si no tuviesen mañana, pero sin lujuria. Se quedaron en ropa interior uno frente del otro. Volviendo a parar el tiempo, él se le acercó tímidamente y tumbándola encima de la cama le empezó a dar besos en la barriga. Su boca se dirigía en un dirección y con un destino. Bajándole lo poco que le cubría, siguió besando sin miedo, con cuidado. Entre gemidos y suspiros ella apretaba su cabeza aun más contra su pubis, moviendo las piernas como tensas, como relajadas. Viéndose satisfecha decidió cambiar los papeles y de una manera idéntica él se mordía los labios por no gritar. Lo siguiente acabó en el suelo, ya no hacía falta más lubricantes, todo era automático. No tardaron mucho en sudar y menos en gritar a coro. Siguieron con el morbo de encima de la mesa para volver a la cama y… terminar casi a la vez. Entre miradas cómplices, suaves caricias y pequeños besos cerraron los ojos…

El día después…

Un halo de luz, que se colaba entre las cortinas, acariciaba las sábanas y se deslizaba muy despacio. Sus piernas se descubrían entre los pliegues de la cama y la luz se le acercaba cada vez más a su mejilla. Como una caricia sintió que la despertaban. Sonrió. Amagando un beso se inclinó sobre su costado. Ante la nula respuesta abrió un ojo y no halló nada. Nada.