Non, Je Ne Regrette Rien
El problema de las fotografías, son las imágenes. Porque las imágenes son instantáneas, y las instantáneas son momentos. Inmortalizados, atemporales pero pasados. Para la posteridad, para que te acuerdes. Sin fecha de caducidad. Permanentes, perennes. Recuerdos recurrentes, flashes en la memoria. Apologías del “¿qué sería si…?”. Un quise y no pude. Un antes y no ahora; un te quiero y hasta luego. Una cama vacía. Un nada después del todo. Una página en blanco sin tinta para escribir; una página tachada e ilegible. Un silencio atronador; un ruido que no cesa. Un gélido frío; la calidez después del último abrazo. Una puerta cerrada con llave. Una puerta cerrada; sin llave. Una guitarra sin cuerdas, un piano sin teclas: canciones que sonaron y perdiste la partitura. Tu ropa interior en mi armario, ¿y mi ropa interior…?
¿Qué es una moto aparcada en una foto? ¿Un muelle? ¿Unos acantilados? ¿Un …? Ah…
Como corolario, a partir del momento en el que clicas el botón de la cámara, el sentimiento posterior será estocástico, haciendo de la foto un todo holístico. A tomar por culo.
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